Cuidando con amor: Escuchar en silencio

 Cuidando con amor: Escuchar en silencio


En la residencia cada día es distinto, y aunque me esfuerzo por dar lo mejor de mí, a veces me toca enfrentar momentos que ponen a prueba mi paciencia y mi sensibilidad.


Hace poco, mientras ayudaba a una señora con su aseo personal, me encontré con una situación que me dejó reflexionando. Ella tiene un carácter difícil, y aunque siempre procuro atender sus deseos con cariño, a menudo se queja de todo. Esa mañana me pidió que le lavara el cabello, y así lo hice con cuidado. Sin embargo, al terminar, se enojó porque su franelilla se había mojado un poco.


Continué con calma ayudándola a vestirse, pero las quejas no cesaban: que la espalda le dolía, que ella podía hacerlo sola, que nada estaba bien. Yo opté por escuchar en silencio, sin contradecir, sin justificarme. A veces, lo que más necesitan no es que les resolvamos el disgusto, sino que alguien los acompañe en su malestar sin discutir.


Cuando terminé, simplemente le dije que volvería después con toallas limpias. Y aunque ella no lo dijo en voz alta, en su mirada sentí que agradecía mi silencio y mi paciencia.


Ese día recordé que cuidar con amor no siempre es recibir sonrisas o palabras bonitas. A veces, cuidar con amor es saber callar, acompañar y respetar el espacio del otro, incluso en medio de sus quejas.






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